Necrofilia

Cuando abrí la carpeta de Merari, esta fue la primera hoja que me recibió. Como pueden darse cuenta, fue una muy plácida bienvenida. Dudo que esto fuera usado como material del Café Literario pero bajo el más puro rigor de la documentación, lo inmortalizo aquí.

Acostado con la vista fija al techo

El cadaver a mi lado me ha dicho que necrofilia es amor de corazones muertos,

es cierto que he apostado demasiado por este idilio

enamorado de su cuerpo pálido y frío

tanto que con una navaja he escrito en mi garganta la palabra suicidio

vacío tanatopractor a su servicio

acarició su tórax y cortó en "y" con el más íntimo líbido,

híbrido, timido de nítidos recuerdos, índigo,

que entre líquido de su frígido e insípido se ha puesto rígido hoy

el infinito es mínimo a comparación de ese hermosísimo estado de soport, ("Ma chère petite mort")

busco ser el doctor que conserve por siempre tu carne fresca en un frasco de formol,

el confort del rubor en su rostro sin expresión me congelan en mi propio sudor

y el hedor del rencor es el mejor furor de cada rincón en la habitación del temor,

el sabor de la divina providencia encerrado entre las piernas de tu santa corrupción,

la mecánica del sufrimiento se ha vuelto "orgasmatrom",

decapitación y sexo oral a la mitad de la frialdad del panteón de la pasión,

penetración dura la sanguínea no la hendidura entre tus hombros y roncos bramidos llenos de vigor, rigor mortis,

por ti un zombie se arranca la lengua para lamer su epiglotis,

supe que era mi nena en el momento que sentí roto su coxis,

dosis de prosa kybalion, busturí de titanio

para escribir mi nombre en sus senos, mutilar sus pezones y masticar lo que queda en ese pecho tan rancio,

despacio junto a mis labios para tragar carne y saliva,

yo solo quería ser más que el simple pervertido que se masturba mientras miraba su ventana

y entraba a escondidas a su casa para olfatear su lencería,

sería que en la seria carnicería de la miseria y una fétida estatua de cera,

sincera y bella pareja forman buitre y carroña entre moscas y esperma, bolsas negras y una hielera,

estuche de mi serena y lozana muñeca de porcelana que aún maquillada luce húmeda y amoratada, es mi amada mujerzuela,

cualquiera diría que se encuentra despierta,

si su mirada perdida encontrará el camino de vuelta,

me contará toda una vida del dormido de su estela

y me dejará usar su vagina como una alberca de fluidos repleta,

las madrugadas de Lidia entre porcinos y perlas en plena sonata al clímax de un himno a su entrepierna

liberarán su alma de esas viejas verjas de tripas custodiadas por un libertino poema,

tierna, inerte, el mejor fruto que pudo haber ofrecido el árbol de la muerte,

inserte casualmente en el sótano de este necrófago ninfómano un sarcófago de clavos con látigos, fuetes y otros juguetes,

flagelarme lo hace más interesante y excitante, asesinarte no me fue suficiente,

impaciente muerdo fuerte sus entrañas, marañas de vísceras en vísperas de un disparo de semen

entre "delirium tremens" una traqueomatía a mitad de un orgasmo el máximo placer me concede,

créeme, un gran número de víctimas te precede,

pero ninguna con un incitante feto incompleto oculto en el útero me volvió tan vehemente,

como siempre una parte de mí se arrepiente, quise jurar no volver a hacerlo pero el impulso se volvió más frecuente,

ahora mi pene se convierte en una fuente y su pecho abierto un recipiente,

disfruto al cien por ciento cada momento puesto que quemaría a mi querida antes de que la policía nos encuentre,